jueves, 31 de diciembre de 2009

-Pero a ver Julito- le dijo la maestra- como vas a ser de mayor un espantapájaros. Los espantapájaros son muñecos, no personas- Pasaron los años y aquello que todo el mundo pensaba que era una fantasía infantil que algún día quedaría atrás, seguía en la cabezona mente de Julito. A menudo lo encontrabas en el bar del tío Pepe poniendo a parir al país: - y luego dicen que España va bien, si no paran de sustituir la mano de obra por maquinas y muñecos de paja, serán sinvergüenzas- Otras veces podías verlo todo tieso y con los brazos en cruz por los prados, practicando. Y raro era el día en que no llamaba a la puerta de un payes para intentarle vender la moto de su efectividad como espantapájaros. El señor Montero, un campesino para el arrastre y amigo del vino tinto, acepto tenerlo en prácticas una semana. –No se arrepentirá, jefe- Y no lo hizo. Al primer pajarraco que se atrevió a picotear en su reinado lo imanto con su odio hacia sus ojos, y con una simple mirada le dijo a él y a todo el cúmulo de hambrientas aves que sobrevolaban la zona, que no valía la pena una semilla por mil vidas de desgracia. Además, su vistazo demoledor recorrió como un tsunami la tierra sembrada y penetro en las entrañas de los gusanos, que en cuestión de segundos evolucionaron a lo “Darwin” para salir huyendo por patas. El hedor del estiércol llevo al aire el poder de ese harapo convertido en dios para convencer a cada uno de los efectos metereoligicos que ahí haría el tiempo que al muñeco de trapo le diera la gana. Como vas a ser de mayor un espantapájaros. Como vas a ser de mayor. Como. Y el silencio de un sueño cumplido.

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