jueves, 31 de diciembre de 2009

-Pero a ver Julito- le dijo la maestra- como vas a ser de mayor un espantapájaros. Los espantapájaros son muñecos, no personas- Pasaron los años y aquello que todo el mundo pensaba que era una fantasía infantil que algún día quedaría atrás, seguía en la cabezona mente de Julito. A menudo lo encontrabas en el bar del tío Pepe poniendo a parir al país: - y luego dicen que España va bien, si no paran de sustituir la mano de obra por maquinas y muñecos de paja, serán sinvergüenzas- Otras veces podías verlo todo tieso y con los brazos en cruz por los prados, practicando. Y raro era el día en que no llamaba a la puerta de un payes para intentarle vender la moto de su efectividad como espantapájaros. El señor Montero, un campesino para el arrastre y amigo del vino tinto, acepto tenerlo en prácticas una semana. –No se arrepentirá, jefe- Y no lo hizo. Al primer pajarraco que se atrevió a picotear en su reinado lo imanto con su odio hacia sus ojos, y con una simple mirada le dijo a él y a todo el cúmulo de hambrientas aves que sobrevolaban la zona, que no valía la pena una semilla por mil vidas de desgracia. Además, su vistazo demoledor recorrió como un tsunami la tierra sembrada y penetro en las entrañas de los gusanos, que en cuestión de segundos evolucionaron a lo “Darwin” para salir huyendo por patas. El hedor del estiércol llevo al aire el poder de ese harapo convertido en dios para convencer a cada uno de los efectos metereoligicos que ahí haría el tiempo que al muñeco de trapo le diera la gana. Como vas a ser de mayor un espantapájaros. Como vas a ser de mayor. Como. Y el silencio de un sueño cumplido.

miércoles, 30 de diciembre de 2009

Desde los 17 años fue bautizado por la prensa deportiva argentina como “el Cuchara” Ramírez. Estaba destinado a ser, sin duda alguna, el mejor portero de la historia de su país y uno de los mejores guardametas del mundo. Su vida era perfecta. Acababa de firmar un contrato multimillonario con el Manchester United, su tan soñado paso a la elite del fútbol europeo se había hecho al fin realidad. Lo único que le hinchaba las pelotas era ese jodido mote. “El Cuchara”, manda huevos. Cada vez que oía ese nombre recordaba a la abuela Rogelia y a su maldita comida. Todos los viernes de su infancia tenia para cenar sopa fría de frijoles a la cuchara oxidada. –Eso le da mas sabor jodio, no dejes ni gota boludo- le decía la guarra. ¿Mas sabor?, hija la chingada, la muy agarrada lo hacia para no comprarse cubiertos nuevos.
Al principio solo fue un grano en su carrera deportiva, pero a medida que el tiempo pasaba y los recuerdos eran más nítidos, esa pequeña protuberancia en su piel paso a convertirse en un tumor maligno. Pronto dejo la selección, le martirizaban los escandalosos locutores de su tierra. Pero su cruz seguía a su vera. En Inglaterra empezaron a llamarle “the spoon” y no le quedo más remedio que cambiar su tan destacada habilidad de agarrar el balón. Se paso a los despejes y al año y medio ya estaba de vuelta a Argentina en un equipo de tercer nivel. Alguna vez escucharas en la memoria de algún Argentino: - ¿Ramírez?, ¡ah si!, lo recuerdo, tenia futuro pero no triunfo. Creo que le llamaban "el cuchara oxidada de sopa de frijoles”.

martes, 29 de diciembre de 2009

Montoro “zappingueaba” el televisor sin ánimo de ver nada. De golpe encontró un canal que proyectaba su abultada imagen. – Menuda bazofia de reality- pensó- Un gordo tumbado en el sofá con una camiseta corta que apenas le esconde el ombligo y un quinto que ya no sé sabe si es mano o vidrio. ¿Pero que coño estoy haciendo con mi vida?- Se quito la camiseta. Se depilo los pelos del pecho dejando una aglomeración de matojos que intentaban decir la palabra “dead”. Bajo a la calle por la ventana, con unas sabanas anudadas. La sangre le hervía, la audiencia se disparaba hacía las estrellas. Por fin dejaba su huella, su aroma de aventura.
Entro en la panadería de siempre, la del 3% de share. Pidió una baguette con pasamontañas y pipa en mano y salio de allí como el “NO-DO”.
Caminaba satisfecho picoteando el pico de su barra de pan. Hoy era la estrella, jamás volvería a ser aquel segundo plato que se mira durante los anuncios.

domingo, 27 de diciembre de 2009

Er Juan y la Sara decidieron abandonar su chabola pá ir a vivir a un barrio de payos. Ella se las apañaba bien vendiendo bragas en el mercao mientras que er Juan hacia mú buenos euros con los malocotones y su fragoneta. La Sara, una gitana de esas de raza, empesó como loca a decorar su nueva casa. Que si aquí una foto del patriarca o del sobrinito bailando flamenco, que si una estantería pá sus libros de costura… Y er Juan viéndolas pasar, como si mirara er tenis. –Ozu niño, ¿como vas a poner aquí el peluco de cosina der Camarón?, ¿no ves que er doraó de sus medallas no pega con er lila de los muebles?- le desia la Sara.
Al poco tiempo un payo rabuó con chapa en pesho se dio cuenta del porque los malocotones rellenos de er Juan iban a seisentos euros al kilo. Lo metieron en la jaula y la Sara se quedo sola, sola solita sola. Desconsolada y seca de tanto derramar lágrimas se sentó en su sofá e intento encontrar a er Juan en las paredes de esa casa. No había nada, ni er Camarón marcando las tantas de la madrugada. A quien demonios le importaba ahora er jodido lila de sus muebles de cosina.

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