jueves, 14 de enero de 2010

Aurelio Abedul caminaba por la calle con la cabeza gacha buceando en sus pensamientos. – Soy un desgraciado, no valgo para nada- se decía. En ese momento cruzo la carretera mientras una Renault Express tuvo de reducir su velocidad perdiendo un hermoso tiempo de 123 milésimas de segundo, las suficientes para que la duda entre pasar en ámbar si o no se decantara para el no. A las 23 milésimas de segundo después, paso un perro cachondo y extraviado ajeno a los peligros del tráfico y meo en un árbol. El aroma a orina penetro en las fosas nasales de una mujer, que hipnotizada subconscientemente por la testosterona canina se levanto para recibir al butanero con la puerta, y con otras cosas, abierta. Pasados nueve meses nació un niño que, precozmente, a los 11 meses, dijo sus dos primeras palabras: - ¡Er Butano! La carcajada de la orgullosa abuela soltó una chispilla de saliva ornamentada con bacterias de la gripe A que fueron a parar a la lengua baja en defensas del pletórico abuelo. Estuvo enfermo dos semanas sin poder quedar con su amante masculino: Mohamed Alfadeya. Alfadeya decidió aplazar su ataque kamikaze al estadio de fútbol en plena final de la Champions league. Después de 15 días sin sexo tenía serias dudas de que su dios pudiera recompensarle de igual o mejor forma que el trabuco del anciano.
Aurelio Abedul se acabo de sumergir sin bombona en las profundidades de sus ideas destructivas. Con la soga ya en el cuello y las patas de la silla tambaleándose, le recorrió una ola de satisfacción por cada poro de su piel que le empacho de felicidad y de la certeza, que sin saber como ni el qué, había hecho algo enorme.

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